¿Cómo hacer el huevo perfecto? ¿Pasado por agua, duro, revuelto, tortilla o escalfado? Te mostraremos cómo, y de paso, te presentaremos accesorios que se convertirán en tus aliados para preparar un desayuno de campeones.
El huevo. Aparentemente simple, pero en realidad, un fenómeno absoluto de la naturaleza y un pilar culinario. Su forma ovalada perfecta ha inspirado a artistas, desde los maestros de bodegones del Renacimiento hasta la obsesión surrealista de Salvador Dalí, quien lo veía como un símbolo de esperanza. Así que, tratemos al huevo con el respeto que se merece. En lugar de un desayuno en la hierba, montaremos un desayuno en la mesa, con el huevo como protagonista, una verdadera obra de arte.
Empecemos con una pregunta que divide mundos culinarios y es la causa de muchos debates matutinos: ¿debes poner los huevos en agua fría o en agua hirviendo? Es hora de poner fin a esta guerra de una vez por todas.
Pues bien, señoras y señores, ambas escuelas de pensamiento tienen sus méritos, pero solo una ofrece una precisión digna de un relojero suizo.
El Método del Principiante (y Cauteloso): Inicio en Frío. Colocar los huevos en agua fría y calentarlos gradualmente es más seguro. Minimiza el riesgo de que la cáscara, sufriendo un choque térmico, se agriete y libere pintorescas hebras de proteína. Es un método bueno y sólido, pero es más difícil lograr una consistencia perfecta.
El Método del Conocedor (y el Tuyo): Inicio en Ebullición. Si sueñas con una yema perfectamente líquida y una clara perfectamente cuajada, este es tu camino. Colocar suavemente un huevo (¡a temperatura ambiente!) con una cuchara en agua hirviendo con sal te da control total sobre el tiempo. Desde el momento de la inmersión, cada segundo cuenta. Así es como lo hacen los chefs.
Saca los huevos del frigorífico 20-30 minutos antes de cocerlos. Esto es crucial.
Hierve agua en una olla con una pizca de sal (aumenta la densidad del agua y "sella" cualquier posible grieta).
Con cuidado, usando una cuchara, coloca los huevos en el agua hirviendo.
A partir de este momento, cronométra (preferiblemente con un temporizador de diseño):
Pasado por agua: 4-5 minutos (yema líquida)
Medio (mollet): 6-7 minutos (yema como una crema espesa)
Duro: 8-10 minutos (yema perfectamente cuajada, pero aún aterciopelada)
Una vez transcurrido el tiempo, traslada inmediatamente los huevos a agua helada. Esto no solo detendrá el proceso de cocción, sino que también hará que pelarlos sea un puro placer.


Cocer un huevo es la mitad de la batalla. La otra mitad es quitar la cáscara para que no parezca un campo de batalla. ¿Por qué a veces la cáscara se adhiere tan obstinadamente a la clara? El culpable suele ser la frescura: cuanto más fresco es el huevo, menor es el pH de la clara, lo que hace que la membrana debajo de la cáscara se adhiera más fuertemente a ella. Pero no te preocupes, tenemos métodos probados para esto.
¿Cuándo pelar? ¡Siempre después de que se haya enfriado completamente! El choque térmico al que sometes el huevo al sumergirlo en agua helada hace que la clara se contraiga y se separe ligeramente de la cáscara. Dale un momento en este baño frío, y te recompensará con suavidad.
Trucos que realmente funcionan:


Y ahora, pasemos a un nivel superior de maestría. Un huevo escalfado, también conocido como "poché", es la joya de la corona de las tostadas de aguacate, el corazón de los legendarios huevos Benedict y el objeto de deseo de todo foodie que se precie. Parece una pequeña obra de arte: perfectamente redondo, con una clara aterciopelada que abraza un corazón líquido y caliente. ¡Lograr este efecto es más sencillo de lo que piensas!
El atajo, o una garantía de éxito: ¿No te sientes con ganas de abordar el método del chef? ¡No todo está perdido! Echa mano de un arma secreta: cestas especiales o moldes de silicona para escalfar huevos. Simplemente engrasa ligeramente el molde con mantequilla, rompe un huevo dentro y colócalo en una olla con agua hirviendo suavemente. ¿El resultado? Siempre una forma perfecta y consistente, sin estrés y sin el lío de crear remolinos de agua. Es un truco sencillo para un desayuno sacado directamente del mejor restaurante.
El método clásico para los valientes: ¿Quieres sentirte como un profesional? ¡Arremángate!
La frescura es clave: Usa el huevo más fresco que tengas. Su clara es firme y espesa, por lo que no se extenderá por toda la olla.
Un baño con extras: En una olla ancha, lleva el agua a ebullición y luego reduce el fuego; solo debe "brillar" suavemente, no burbujear. Añade una pizca generosa de sal y una cucharada de vinagre de alcohol o de vino (¡no te preocupes, no lo saborearás!). El vinagre es un ingrediente mágico que ayuda a que la clara cuaje más rápido y mantenga su forma.
Un cuenco es tu amigo: ¡Nunca rompas un huevo directamente en el agua! Primero, rómpelo en un cuenco pequeño o taza.
Crea un remolino: Toma una cuchara y remueve vigorosamente el agua en la olla, creando un remolino en el centro.
¡Actúa! Con suavidad, con un movimiento fluido, vierte el huevo del cuenco justo en el centro del remolino. La fuerza centrífuga hará que la clara envuelva la yema.
Paciencia: Cocina el huevo durante unos 3 minutos. Retíralo con cuidado con una espumadera y sécalo suavemente con papel de cocina. ¡Voilá!
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Los huevos revueltos no son solo cocinar huevos. Es un ritual. Y todo ritual requiere las herramientas adecuadas. Una sartén para huevos revueltos no puede ser cualquier trozo de metal. Debe ser el escenario donde se desarrollará el espectáculo de la cremosidad.
¿Qué la hace ideal? En primer lugar, con un revestimiento antiadherente impecable. Los huevos son delicados y les encanta pegarse, y raspar huevos revueltos quemados es uno de los pecados culinarios capitales.
Pero eso no es todo. Presta atención a la forma. Las mejores sartenes tienen lados suavemente redondeados e inclinados. Permiten un movimiento libre de la espátula, una agitación continua y que la mezcla de huevo se esponje. Es este movimiento el que hace que los huevos revueltos sean esponjosos y uniformes, en lugar de secos y grumosos.
En cuanto a la grasa, nada supera a la mantequilla. Su sabor lácteo es la base de unos huevos revueltos perfectos.


Si alguna vez has pedido el desayuno en una película o cafetería americana, sin duda te habrás encontrado con la misteriosa pregunta del camarero: "¿Cómo le gustan los huevos?" Es hora de descifrar este código y dominar el arte de freír huevos como un verdadero cocinero de comida rápida.
Sunny side up (con la yema hacia arriba): Este es el huevo optimista. Se fríe lentamente, a fuego bajo, sin voltear. A veces se cubre por un momento con una tapa para que el vapor ayude a cuajar la parte superior de la clara. ¿El resultado? Una clara perfectamente cuajada y una yema completamente líquida, de un amarillo intenso que pide a gritos que se moje en ella un trozo de tostada crujiente.
Over easy (fácil de voltear): "Volteado suavemente". Después de freír por un lado, el huevo se voltea con gracia durante literalmente 20-30 segundos. Esto crea una membrana fina, apenas cuajada, sobre la yema líquida. Esta es una opción para quienes aman la yema líquida pero prefieren evitar el riesgo de su violenta erupción en el plato.
Over medium (medio volteado): "El justo medio". Aquí, después de voltear, el huevo se fríe un poco más, aproximadamente un minuto. La yema se vuelve espesa y cremosa, como una confitura. Ya no está líquida, pero sigue maravillosamente húmeda por dentro. El compromiso ideal entre fluidez y firmeza.
Over hard (bien hecho): "Bien cocido". El huevo para los pragmáticos. Después de voltear, se fríe hasta que la yema esté completamente cuajada. A menudo, el cocinero lo pinchará adicionalmente con una espátula para asegurarse de que no haya sorpresas líquidas en el interior.


Si un huevo frito es prosa sólida, entonces una tortilla es poesía. Es un plato versátil, perfecto para un desayuno solitario y rápido, y para un brunch elegante con amigos. El secreto es la técnica y, por supuesto, la sartén adecuada.
Hay dos escuelas principales para hacer tortillas:
Tortilla francesa: Esta es la cumbre de la elegancia. Suave y pálida por fuera, delicadamente enrollada o doblada en tres, y por dentro… cremosa, apenas cuajada, casi líquida (los conocedores dicen baveuse). Se fríe a fuego bastante alto, batiendo vigorosamente los huevos al principio, luego dejándolos cuajar y deslizarse de la sartén en un todo ordenado.
Tortilla americana: Esta es una prima más esponjosa y sustanciosa. Los huevos se baten más tiempo, a veces con un poco de leche, y se fríen más lentamente, a fuego más bajo. Cuando la parte inferior está lista, se colocan rellenos generosos (queso, jamón, verduras) en una mitad, y luego la tortilla se dobla por la mitad.
Dos o tres huevos es la porción ideal para una persona y una sartén con un diámetro de unos 20 cm.
Bate los huevos con un tenedor en un cuenco solo hasta que se combinen. Batir demasiado tiempo hará que la tortilla quede dura.
¡La mantequilla es esencial! Caliéntala en la sartén hasta que empiece a espumar, pero no a quemarse.
No te excedas con los rellenos. Una tortilla es sobre huevos, no un guiso. Añádelos hacia el final de la cocción.


Una vez que tu huevo esté listo, es hora de celebrar. Y la celebración requiere el escenario adecuado.
Hueveras: Este es el trono para tu huevo pasado por agua. Le permite mostrar con orgullo sus encantos y facilita el acceso al oro líquido de su interior. Desde la porcelana minimalista Bauhaus hasta la plata barroca, tu elección dice mucho de ti.
Cortahuevos: Este pequeño pero ingenioso instrumento, similar a una guillotina, es la cumbre de la elegancia en el desayuno. Un corte preciso y retiras la "tapa" de la cáscara, revelando una clara perfectamente cuajada. Se acabaron las luchas desiguales y las migas en la comida. Pura clase.
Saleros y pimenteros: Que esta sea tu firma personal en la obra maestra. En lugar de recipientes mundanos, opta por un dúo que sea una pequeña escultura. ¿Quizás un molinillo de roble crudo? ¿O pájaros de porcelana? Ponen el toque final, completando la composición en tu mesa.
Trata la preparación del huevo como un pequeño ritual matutino. Después de todo, como dijo Alfred Hitchcock, maestro del suspense y, al parecer, un conocedor de huevos: "No hay terror en el estallido, solo en la anticipación del mismo." ¿Y qué podría ser un silencio más hermoso y sabroso que el momento en que una cuchara rompe un huevo pasado por agua perfectamente cocido? ¡Buen provecho!
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